La llegada a España de plataformas de transporte colaborativo, como las famosas Uber o Blablacar, ha levantado en armas a los colectivos del transporte privado, taxistas y empresas de autobuses respectivamente, y está revolucionando la concepción que muchos usuarios tienen de sus desplazamientos cotidianos.
Estas startup nacen al calor de las tecnologías móviles y sus app y ponen en manos de los usuarios la posibilidad de compartir los gastos derivados del transporte privado tanto en el entorno urbano, como interurbano.
¿Cómo funcionan estas plataformas?
Vamos a centrarnos en el caso de Uber, por ser la última en llegar, por centrarse en trayectos urbanos y por ser la que más polvareda ha levantado. Su plataforma tecnológica, llamada UberPop, conecta a pasajeros con conductores disponibles para compartir sus vehículos durante un desplazamiento. La aplicación permite que los propietarios compartan los costes derivados del uso del coche y, en opinión de la empresa, al mismo tiempo contribuyen a mejorar la movilidad en la ciudad y a disminuir el impacto de la emisión de gases contaminantes al medio ambiente. Los coches admitidos en el servicio admiten un máximo de cuatro viajeros, y las tarifas de cada viaje se calculan en base a los kilómetros recorridos y el tiempo empleado en hacerlo. Por ejemplo: un coste de 0,30 euros por minuto y de 0,80 euros por kilómetro. La tarifa base que se aplica a cada trayecto es de 1 euro, y el coste mínimo del viaje, así como el de cancelación del servicio, es de 3 euros.
Para acceder al servicio prestado por estas plataformas, sólo hay que instalar la app de Uber, disponible gratis para Android y iOS, y asociar a ella una tarjeta de crédito para viajes. Su funcionamiento es simple: cuando se necesite un coche, sólo hay que abrir la aplicación, indicar la ciudad en la que nos encontramos y esperar a que encuentre nuestra posición exacta en el mapa mediante geoposicionamiento. Una vez localizados, aparecerán en la pantalla los vehículos disponibles en los alrededores. Basta con seleccionar uno para obtener información sobre quién es su conductor, la distancia a la que se encuentra y el tiempo que tardará en llegar a recogernos. Tras pedirlo, se puede ver en tiempo real cómo se va moviendo en el mapa hacia el punto en el que estamos.
¿Y para pagar el viaje? Sencillo, una vez que se al destino, se paga a través de la propia app, mediante la tarjeta que asociamos en el momento de la inscripción. De esta manera, desparecen las transacciones en metálico.
¿Y los seguros y coberturas?
Uno de los aspectos que más dudas generan en los usuarios y que, como punta de lanza, es empleado por los detractores de estos servicios, es la falta de seguridad en lo que respecta a los conductores y a las coberturas para los pasajeros. En este sentido, Uber afirma que disponen de un estricto procedimiento de admisión de conductores donde se investiga si tienen antecedentes penales, la antigüedad del carné de conducir, el modelo del coche y su estado y, por supuesto, que el vehículo cuenta con la ITV en regla y los seguros obligatorios. Así, afirman que todos los conductores de uberPOP estarían asegurados doblemente, mediante el obligatorio a terceros y por un seguro especial que proporciona la compañía ante cualquier contingencia.
La posición de la administración
Fenómenos como Uber o Blablacar han pillado a la Administración con el pie cambiado, por mucho que su desembarco en España estuviera previsto desde hace meses y se conocieran las polémicas que en otros países ha generado el servicio (como el caso de Uber en Alemania). En la actualidad no disponen de los instrumentos suficientes para dar cobertura legal a todos los servicios derivados de las aplicaciones móviles.
En el caso del transporte colaborativo, La Ley de Ordenación del Transporte Terrestre define en su artículo 101, y su Reglamento de desarrollo (ROTT) en su artículo 156 que el transporte privado particular, estableciendo que está exento de autorización y que, por tanto, puede prestarse libremente. Partiendo de esta base, las actividades comerciales desarrolladas por Uber y Blablacar entran dentro de la legalidad, pero esto no es óbice para que el colectivo del taxi y de los autobuses vean amenazada su cuota de mercado y lo consideren competencia desleal, ya que los conductores de Blablacar o Uber no cotizan como tales y no pagan los impuestos derivados de desempeñar esta actividad. Es por ello que la Administración puede ver indicios de economía sumergida sobre lo que se promociona como transporte colaborativo.
Las tecnologías móviles y el ecommerce están abriendo brechas en casi todos los sectores comerciales, como es el caso de los créditos rápidos o la comida a domicilio; y el transporte no ha escapado a esta imparable dinámica. Los defensores de estas plataformas afirman que la convivencia entre el servicio tradicional que ofrecen las empresas transportistas y las nuevas aplicaciones es posible. El tiempo dirá si tenían razón.
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