Una de las consecuencias que ha traído la crisis en la economía particular ha sido la revisión de muchos de los gastos que asumimos como habituales y sobre los cuales no hemos puesto el foco del ahorro. Ahora que los ingresos escasean para muchos españoles, un ligero análisis de nuestras cuentas nos permite comprobar el coste real que supone tener un vehículo en todos sus conceptos, desde el desembolso de su compra, hasta el combustible, seguros o multas. En este artículo hablamos de la opción más sensata atendiendo a varios factores.
El coche: un pozo sin fondo
Disponer de un vehículo se convirtió antaño es un signo de cierto estatus social, circular con un coche era señal de prosperidad y bonanza económica. Con una red de transporte público nacional no todo lo extensa y accesible que es ahora, ponerse al volante significaba lograr desplazarse de una manera rápida e inmediata tanto al lugar de trabajo como al de vacaciones.
Pero los años no han pasado en balde para ninguno de las dos opciones de movilidad, y uno ha envejecido peor que el otro. Las continúas mejoras en la red de transporte público ha permitido acercar varios de estos medios a la mayoría de puntos de la geografía española. Una red de ferrocarriles puntera a nivel mundial, unido a la mejora de las instalaciones en cuanto a su acondicionamiento y accesibilidad, además de los incentivos a la compra de billetes en forma de descuentos han provocado un aumento en el número de viajeros. En el caso del tren de alta velocidad (AVE) desde febrero de 2013 se incrementó el número de pasajeros en un 23,47 % desde que la operadora bajó un 11 % el precio de los billetes.
Transporte público vs privado
Hay una clara tendencia al alza en el aumento de los costes derivados del uso del coche con respecto al ajuste de las tarifas del transporte público: precio del combustible, cuotas de seguros, impuestos, mantenimiento y, por supuesto, el precio del vehículo que conducimos. Esta inversión en conjunto, supera de media los 2000 euros al año según el Instituto para el Ahorro y la Diversificación Energética (IDAE).
De esta cifra, el combustible es una de las partidas de gasto más importante. En concreto, el desembolso en carburante para un vehículo con un rodaje de 90.000 kilómetros ascendería a unos 8.300 euros. Según IDEA, un correcto mantenimiento del vehículo y llevar a la práctica una conducción eficiente puede suponer una rebaja del 20% sobre esta cifra; siendo en todo caso muy superior al gasto equivalente en transporte público.
La emisión de contaminantes por los motores de combustión en las ciudades es la principal responsable de la contaminación de aire; mientras que los vehículos que circulan gracias a la energía eléctrica no emiten gases contaminantes, aunque sí se genera polución en las centrales eléctricas que las producen, su contribución a empeorar la calidad de aire de las ciudades es nula.
El factor de mayor contribución en la siniestralidad es la existencia o no de una plataforma exclusiva de circulación; en otras palabras: que la vía sobre la que circula el vehículo esté o no compartida por otros o por personas. Esta falta de interacción con otros medios de transporte y los avanzados dispositivos tecnológicos para la seguridad y control de la circulación configuran el metro y el ferrocarril. De ahí que la Asociación Internacional de Transportes Públicos asegure que viajar en tren por Europa es entre 20 y 25 veces más seguro que por carretera. Si bien es cierto que cuando tienen lugar accidentes en estas vías las cifras de víctimas son elevadas, afortunadamente estos siniestros son poco frecuentes y reducidos con respecto al número total de personas que viajan.
Con respecto a los medios con plataforma compartida, son estos los que arrojan la práctica totalidad de víctimas, dado que interaccionan todos los vehículos en la misma vía con el consecuente riesgo. A pesar de ello, el autobús representa una de las tasas de accidentalidad más bajas; siendo el principal motivo el hecho de estar conducido por profesionales con gran experiencia, que conocen los trayectos y respetan las normas de circulación.
Si no tenemos el mal (e ilegal) hábito de montarnos en transportes públicos sin abonar el correspondiente billete, no hay lugar para multas de ningún tipo en trenes, autobuses o aviones. Por el contrario, la media por cada multa impuesta a los conductores fue de 73 euros en el primer semestre de 2013; con 1,4 millones de sanciones de tráfico la factura resultante es muy elevada.
- Puntualidad y aparcamiento.
Uno de los grandes problemas de las grandes ciudades, en las que la movilidad con vehículo privado no solo está muy restringida, sino que está agravada por las dificultades de estacionar el coche. Al coste añadido de pagar el parking o los pasos indicados en las distintas zonas limitadas de aparcamiento, hay que añadirle la imposibilidad de ser puntual. ¿Cuántas veces hemos llegado tarde a una cita por estar buscando donde dejar el coche? Mediante el transporte público esta circunstancia no se da; la puntualidad es absoluta.
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